Granito de 125 kg.
El harrijasotzaile se preparó en cuerpo y alma para competir. Tomó aire, miró la bola. Olvidó lo demás. Incluso olvidó a su adversario. Ya no había nada más en el mundo salvo la piedra y él.
En lo más profundo de su ser esperaba que ella también pensara lo mismo y se comportase como debía mientras le decía mentalmente: Hoy te levantaré 1000 veces
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